Apuesto a que te ha sentado bien quedarte en casa. Lo pagaban a tres cuarenta. El por si acaso, salir por ahí sin rumbo, lo pusimos a seis cincuenta. Pero no saliste y vimos cómo bajabas las persianas. Metimos diez euros a que alguien tocaría el timbre y se llegaron a barajar cincuenta a uno a que ella se presentaría. Apostados estamos ante tu puerta, apostando a que esta noche tal vez sea distinta a la anterior. Hemos intentado hacer caja, pero tu vida no nos lo permite. Cada vez es más difícil que alguien se anime a apostar que harás algo diferente. Nadie apuesta en los dominios de la rutina. Lo predecible carece de valor, porque todo el mundo lo espera. Y tú esta noche eres una copia exacta de lo que serás mañana. Por eso ella no ha tocado el timbre. Por eso los insensatos hemos acabado rompiendo los boletos. Por eso bajaste las persianas a las 20:00, porque sabías que sólo los tontos apuestan por lo imposible.