El café con Nieves

El espacio-tiempo se curva cuando Nieves entra en la oficina. Apenas lo hace un par de veces al mes y, como no sigue ningún patrón, nos coge siempre desprevenidos. Tal es así, que nos hemos traído la máquina del café a las mesas. Lo hicimos una tarde en la que tuvimos reunión extraordinaria. Nos quedamos hablando como el que no quiere la cosa y, cuando se habían marchado todos, la desenchufamos y la arrastramos desde el pasillo hasta nuestra sección. A la mañana siguiente hubo lío pero como somos los enchufados de Javier, finalmente aquí la tenemos y ya no nos perdemos nunca a Nieves. Además, la invitamos a un Capuccino y hablamos con ella de otras cosas que no son del trabajo. A ella le gusta gustarnos tanto y se rió mucho el día que nos preguntó lo de la máquina. Le dijimos la verdad, que así ya no teníamos que preocuparnos de no estar algún día que ella apareciera por nuestra sección. Ella dice que somos unos tontos y que le tomamos el pelo y en el fondo piensa que hemos secuestrado la máquina porque somos unos jetas y no nos gusta movernos. Me da igual lo que piense. El caso es que está aquí y los diez minutos que pasamos a la semana con ella nos hacen a todos mejores personas. No pensamos en cosas malas ni nos acordamos de las puñaladas traperas de Lola. Olvidamos las broncas de los partidos y los problemas en casa, los agobios de los niños, de la ex, de la suegra o del cansino del cuñado. Cómo estará la cosa que hace una semana se ha apuntado Inés y se ha traído con ella a Isabel, que está un poco plof porque se ha separado hace unos meses. El caso es que lejos de estar peor que antes, estamos mejor. Ahora Nieves viene todos los días y, aunque sabe que nos gusta a rabiar, ya no nos llama tontos y comienza a hablar de ella cuando Isabel e Inés preguntan. Hasta Javier se ha acercado tras salir del despacho de Lola, hasta las narices de ella, volviendo los ojos hacia arriba, suplicándonos un Capuccino desde la otra punta.

Esta tarde, justo antes de marcharnos a casa, Isabel se ha acercado a mi mesa y me ha invitado a comer con ella. Hemos estado horas juntos y al final del día me ha dicho que soy alguien interesante y que me quiere conocer. Dice que le dé las gracias a Nieves, que no sabe qué tiene pero que saca lo mejor de cada uno. Es cierto, a mí también me ha pasado porque Isabel me encanta desde que Nieves hizo que me fijara en todas las cosas buenas que tiene esta chica que hasta hace dos días estaba triste en la oficina.