la versión original

Con tan sólo dos años de edad, se cayó en el fuego. Sus padres recorrieron aterrorizados los cinco metros que separaban la cocina de la chimenea, temiéndose lo peor. El niño estaba intacto cuando lo sacaron de las llamas. De hecho, las únicas quemaduras las sufrieron ellos, sus padres. Necesitarían meses y varios trasplantes de piel para recuperar las manos. Sergio, en cambio, no sufriría lesión alguna.

Tuvieron que cambiar la declaración de lo ocurrido cuando, desde el hospital, el cuerpo médico se puso en contacto con las fuerzas de seguridad. Se sospechaba que ambos progenitores estaban drogados o padecían alguna patología mental, siendo, en ambos casos, peligrosos para el bienestar de Sergio. Uno de los psiquiatras fue más allá al afirmar que el niño, probablemente, moriría quemado pues sus padres no hacían otra cosa que proyectar sus deseos más oscuros.

Marina y Jaime no podían creerlo. Asesorados legalmente, alegaron que se les había ido la mano con un vino joven, abierto para celebrar un supuesto aniversario, mientras el niño dormía. Ebrios, intentarían hacer el amor, postrados en la alfombra junto al fuego y, sin saber cómo, acabaron quemados mientras Sergio dormía arriba, en su habitación. Aquello les costó ser supervisados por servicios sociales durante una buena temporada pero, finalmente, todo quedó ahí.

La unidad familiar vivió, a partir de aquello, rodeada de rumores. Sergio sufriría acoso escolar, figurando en el expediente del centro educativo el supuesto accidente de sus padres, lo que desviaba la atención de las verdaderas razones. La maquinaria burocrática volvía a fijar la mirada en ellos y los hacía responsables de lo que acontecía con el joven.

Las malas calificaciones empujaron a Sergio a destacar en aquello que sabía hacer bien, jugar con fuego. Así fue como se introdujo en los círculos delictivos de la zona, protagonizando varios atracos de los cuales saldría indemne. Es más, fue traicionado en varias ocasiones por sus compañeros de fechorías, pero la policía nunca creyó tales confesiones al ser interrogados. Sergio se sentía intocable y subió la apuesta. A los dieciocho mató a un hombre de un disparo, alegando defensa propia. En el juicio se tuvieron en cuenta los informes acerca de su infancia. Sergio evitó la cárcel y volvió a las calles gracias a la declaración de varios profesionales socio sanitarios. La causalidad de tal comportamiento apuntaba a los padres.

—Aquella noche debimos hacer el amor, Jaime —susurró Marina, derrotada. —Teníamos el vino, a Sergio listo para irse a la cama y, aunque no era una fecha especial, bien podíamos haber celebrado cualquier cosa ¿no crees? —preguntó, intentando inútilmente regresar a un pasado que ya había perdido.

—Debimos hacerlo, sí. Tal vez de esa forma habríamos caído al fuego realmente y no habríamos tenido que cambiar versión alguna. Hubiéramos dado —dijo mirándola, —la versión original.