Los tonos

Irene abre el wasap. Hace siete segundos que escuchó el tono personalizado por el que se moría. Él no sabe que sus mensajes se anuncian de una forma especial. Si lo supiera, hubiera escrito algo diferente y no solo un estamos en la plaza, vente. Ahí, entre el grupo del curro y el donde estás de papá, aparece sombreado lo que le hace levantarse del sofá, ponerse los pitillos corriendo y salir despedida hacia el coche. Por el camino, le ha dado tiempo a repasarse los labios, terminar de abrocharse las sandalias y responder que ya va. Repasa los mensajes al aparcar. La maldita cobertura no lo envió. Ahora pensará que pasa de él y que ha ido por el idiota de Julio. Se dan dos besos justo cuando su móvil avisa. Sonríe al mirarlo. Eres tú. Que  ya vienes. Y ya estás aquí. El móvil vuelve a sonar. Nada. Es mi hermano, que me pregunta por el coche. A Irene no le importa quién es ni lo que quieren de él. Porque Irene ya sabe que él sabe por el tono qué mensajes son los importantes.

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