¡Dos remolques de cepas! Con semejante carta de presentación aparecía Lourdes a los mandos del John Deere, dispuesta a descargar en la explanada del vecindario.
–Es San Antón y hay que encender una buena luminaria. Que hay que purificarse para protegerse de las enfermedades.
–Pero Lourdes, que eso es para los animales.
–¿Y qué somos nosotros? –respondía Lourdes en tono desafiante, desde la altura que le proporciona la cabina del tractor.
Lourdes tiene razón. Los animales ya no van al campo a trabajar. Dan trabajo a sus dueños y también a los veterinarios. Dan cariño y alegrías. Obligaciones y devociones, sí. Ahora los animalicos somos nosotros, dice Lourdes, harta de mirar al cielo por si llueve, si hiela, si cae piedra. Harta de darle labor a la tierra, de desbrozar, arreglar y podar. Harta del gasoil y de sus impuestos, de los riegos y de las auditorías ecológicas.
Por eso Lourdes, en cuanto pudo, se compró un tractor con su GPS, su aire. Y se agenció unas buenas tijeras de podar. Todo lo que necesita, Lourdes lo tiene. Que ya bastante aguanta a los listos que saben de todo.
Y también por eso, esta noche, Lourdes le meterá fuego a dos remolques de cepas, para proteger al animal que lleva dentro y ser inmune a todas las tonterías que escucha decir, a diario, a los que, en realidad, no saben de lo que hablan, pero a todo le ponen palabras raras y frases largas.