Está sentado en el tranco de la puerta, como con la mirada perdida pero sabiendo muy bien lo que quiere. Desde su puerta tiene ante sí un amplio campo de visión. Puede ver a la perfección al vecino Juan asomarse, apostado tras la ventanita del baño. Y también, con un giro casi imperceptible, avista a Manolo, perpetrado tras la cortina…