Equilibrios

De pequeño imaginaba que todo el universo cabía en la célula de un ser vivo de tamaño descomunal y que, a su vez, la inmensidad que este ser percibía no era más que una pequeña habitación construida en un grano de arena de otro mundo, mayor aún, tan grande como diminuto, pues ese mundo pertenecía a otro que lo envolvía,…

Pegatinas

Los años habían hecho mella en él. Nada extraordinario, pues la vida consiste en repetir, una y otra vez, todo aquello que es necesario para mantenerla. Y ya sé que eso aburre. Mucho. «La propia vida es lo que te mata», rezaba la pegatina que, durante años, parecía que iba a desprenderse del salpicadero del coche. Primero, desde el asiento…

Ni un pelo

Cuando a Ernesto le explotó la cabeza, eran tres las personas que estaban a su lado. Cerraron los ojos tarde, tan sólo una décima de segundo, lo que provocaría que se vieran salpicados por cientos de miles de neuronas ensangrentadas. Ernesto era bueno. Y de bueno, tonto. Y de tonto, tan estúpido como para ser incapaz de resolver el más…

Humo

Adriano escribe cuentos hermosos. Publica uno por semana en un digital de la provincia. Esta frecuencia, multiplicada por el tiempo que lleva haciéndolo, le ha proporcionado un significativo y fiel número de seguidores. Él va a todos lados con su portátil y aprovecha cualquier tiempo muerto para teclear aquello que primero se le ocurre. Muchos se preguntan de dónde proviene…

Cubos

—¡Se han encontrado a un niño en un cubo! —gritaban varios jornaleros, cerca del remolque. Poco a poco, de cada hilo, asomaba un cubero con otro niño a cuestas. Arremolinados, juntaron, al menos, treinta recién nacidos, con su llanto y su cordón umbilical soldado al interior del recipiente. —¡Eran racimos lo que he cortado! ¡«Jurao»! ¡Lo eran! —exclamaba uno de…

Por extraño que parezca

Cuando desperté, mi cabeza se hallaba girada hacia la izquierda. Mi hermano no se había movido del sitio, así que nos encontrábamos frente a frente. Le pregunté si seguía muerto y asintió con la cabeza. Advertí la respiración de papá en mi nuca. Debía ser él pues había decidido morir con nosotros. Me volví para mirarlo. Sonreía al vernos junto…

imperativo

Al principio, sólo eran «lapsus». Ocurrían mientras mencionaba alguna cosa, por insustancial que fuera. Me quedaba parado. No sin saber cómo decirlo. Peor aún, no había nada que expresar. Después comencé a experimentar problemas al leer. Las «erres» se me hacían «eses» y las «pes», «emes». Balbuceaba como un borracho descosido. Al menos, aquellas trabas se desvanecían si tomaba tiempo…