A44

El verano transcurría solapando vidas al azar, como plegando sus destinos para evitar que todo el mundo pudiera encontrarse al mismo tiempo y en el mismo lugar. Con un método natural, se habían dividido los meses de julio y agosto en quincenas y las casualidades que pudieran suceder tendrían como prerrogativa haber pertenecido al mismo colectivo temporal.

Por esa razón existían encuentros imposibles. Juan Miguel jamás podría haber conocido a Luisa en el Cabo de Gata porque él disfrutó de sus calas durante los primeros quince días de julio y a Luisa ya le quedan nada más que tres días de su primera quincena de agosto.

Más traumático es el caso de Nieves, que por un instante se cruzó con la vida de María a ciento veinte kilómetros por hora en la A44 a la altura de Guarromán. Un segundo, lo que dura el guiño del intermitente que llevaba puesto mientras adelantaba un camión de transporte especial, ensartado por una interminable aspa de un molino aún sin su lugar en el mundo. Si Nieves hubiera mirado a través de la mediana, justo en aquel momento, habría visto a María, contenta por bajar a la playa, con los pulmones llenos de algo que Nieves ya ha quemado a base de respirar arena, sal, cañas y tapas, sol y chicharras, besos y anhelos. Ellas se llevaban esperando toda la vida; la una a la otra; para nada, que es lo que dura compartir dos metros de autovía a tantos metros por segundo.

Queda la última oleada, la de finales de agosto; la que sabe a verbenas, la que ensalza a la Virgen de cada sitio, la que todos los que tuvimos pueblo de madre o de padre recordamos con rebeca y lluvia de estrellas, tumbados sobre hierba con los ojos cerrados y el corazón repleto de deseos, casi todos contra el desamor.

Nieves conduce su Focus con un contacto nuevo en su agenda: Juanmi Cabo, al que piensa invitar a las fiestas del pueblo, con el deseo de seguir sintiendo aquello que le recorrió la espina dorsal en el Chiri Bus, al besarlo entre mojitos. Por su parte, María espera convencer a Luisa para darse una nueva oportunidad y olvidar los errores que ambas cometieron durante el invierno de la Meseta.