Cumplir cincuenta pasa rápido. A pesar de ello, es mucho más que un día. Me atrevería a decir que tiene algo de frontera. De las que no toleraban la readmisión al territorio abandonado. Esas en las que ni siquiera se confía en una suerte que no existe, pues todo lo que pudiera esperarse de la nueva tierra depende de la cantidad acumulada en las alforjas durante el viaje.
Hoy comienza uno a recoger el producto de la capitalización de su vida. Hasta aquí hemos llegado, Ramón, y será difícil mejorar en lo laboral y en lo que uno sabe y puede hacer. Claro que hay margen, pero no se esperan, ya, milagros. El tanto de interés al que has invertido tus deseos, acciones y esfuerzos ha hecho todo lo posible y estos son los resultados.
Parece, por tanto, que llega la etapa del descuento. Lo que soy ahora es valor actual de aquello en lo que me convertiré en unos años (cuantos mas, mejor). Es un error mirar atrás. Las inversiones que no hiciste, las que salieron mal, las loterías que te tocaron, el trabajo hecho ya. Todo es montante, listo para ser distribuido a partir de ahora.
Y, aunque pretendo seguir aplicando el interés compuesto, ya sea a tasas decrecientes, a partir de aquí, una vez fondeado el paso, toca actualizar o, como dicen en finanzas, descontar y disfrutar.