—¡Buenos días, Juan! Llamo para que me des hora. Pelarme y arreglarme las patillas ¡Que ya pronto me toca!
Juan aguantaba el teléfono sobre el hombro, ayudándose de su cabeza. Abría la agenda. Ocho de agosto, sábado.
—¡Andrés! Te va a tocar para el catorce de diciembre, lunes. A eso de las diez de la mañana ¿te parece bien?
—¡Sin problema, Juan! Allí estaré ¡Da recuerdos a la familia!
En 2020, las peluquerías volverían a abrir al público el uno de julio, tras tres meses y medio de confinamiento. Cuarenta y siete millones de españoles acudirían en masa a estos establecimientos para poner orden en sus cabezas. El sistema, literalmente, colapsó. Los precios de los servicios de corte de pelo, lavado de cabezas, peinado, tinte y de otros accesorios, como manicura, cera, tocados y postizos se dispararon. Sólo unos pocos podían presumir de melena. No tardaron en aparecer centros de peluquería piratas con personal no cualificado que, además de caros, resultaron peligrosos para la integridad física de sus demandantes. La población se rebeló y el gobierno pensó que contentaría a la ciudadanía con un sistema de cupones a precios controlados. Inmediatamente, el colectivo de peluquería aplicó el cierre patronal. Este apagón estético solamente tuvo lugar de cara a la galería. Los peluqueros siguieron prestando su servicio de manera clandestina, inflando los precios aún más, debido al carácter ilícito de su actividad. Al mismo tiempo, todo un país, desaliñado, cargaba contra la clase política, cuyas cabezas lucían impolutas y peinadas a la perfección. Mientras, no parecían hacer mucho por solucionar los problemas de la ciudadanía. Por fin, el Real Decreto 192354783/2020, de 3 de agosto de 2020, por el que se aprobaba la liberalización del sector estético y se implantaban pagos públicos directos a los profesionales del servicio, reguló la actividad estableciendo un orden de preferencia, según numeración de DNI. Al término de 2020, únicamente restaban doce millones de españoles por acudir a la peluquería. La normalidad se alcanzaría para el verano de 2021. Así que sí. Se puede decir. Fuimos, un año, peludos.