Los niños del paseo son cuatro. Ahora en verano, salen todas las noches a eso de las diez y media. Cuando ya están todos, caminan hacia el puesto de las chucherías. Ocupan todo el paseo, dan pasos cortos y pausados, se cruzan, se cuentan lo ocurrido en la playa durante el día. Una vez llenan sus bolsas con el euro que recaudaron a la tarde, se sientan en el paseo marítimo. Allí es donde conspiran. Se les oye poco, no como a los niños de la plaza. Estos del paseo no se andan con chiquitas. Elaboran sus estrategias al detalle. El más pequeño avanza y pregunta. Las dos medianas cubren los flancos, por si hay problemas. La mayor ejecuta el plan B. Mirálos ahí, debatiendo sobre la próxima petición. Puede ser un euro más para volver a recargar las bolsas, una extensión de tiempo, válida por una hora o un nuevo itinerario para despistarnos. Nada lo dejan al azar. Conocen tus intenciones, las rodean hasta sacarte otro helado, exprimen tu voluntad. De nuevo hablan bajito. Viene el más pequeño. Dice que tiene sueño. Al final, no son más que niños.