Salir a andar

Juanito no quiere trabajar. Pero tampoco quiere estudiar y de ayudar en casa ni hablar. Juanito tiene 37 años, se acuesta a las tres de la mañana y se levanta para comer. Hoy tiene cocido, uno de esos que se hace a fuego lento en una olla de toda la vida. Pero a Juanito no le va el cocido recién levantado y con el estómago aún repleto de doritos. Lo sabe su mamá, que ha recogido del suelo esta mañana la bolsa vacía en el salón, mientras apagaba la tele que Juanito se dejó encendida porque está cabreado con el mundo. Por eso, ha dado un puñetazo en la mesa hasta el punto de volcar el caldo del cocido y le ha dicho a mamá que no le vuelva a hacer esa comida de mierda. Juanito se ha levantado, ha abierto otra bolsa de doritos y ahora está en el salón, “abocicado” a una botella de dos litros de coca cola zero zero, mientras escucha a los Manolos debatir sobre la última sanción a Cristiano. Mamá, ha llamado a Alfredo, su primo, que trabaja en un almacén de construcción. A ver si hay algo para Juanito, que tanto tiempo en paro es el culpable de su mal humor. Lo malo de todo es que Juanito solamente está cabreado con mamá, porque fue mamá quien debía haberle apretado más las tuercas aquel año en el que repitió segundo de ESO. Por su culpa, por culpa de mamá, ahora Juanito es un desgraciado. Ha venido la novia de Juanito y se han metido en la habitación. Mamá prefiere irse a andar con las amigas, con las nuevas, porque las de toda la vida ya tienen los hijos colocados y, la verdad, para salir a andar tampoco es necesario tener que estar preguntándose por qué me tocó a mí.

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