el número (¿de los puestos de trabajo?)

Y Dios creó la economía. Lo hizo durante las primeras horas de la mañana de un lunes. Unos minutos después, los dieciocho millones de puestos de trabajo ya estaban dados de alta y cubiertos. Las proporciones serían sencillas: tres millones de empleados públicos y quince millones de trabajos para el sector privado, de los que casi dos serían autónomos (propiamente dichos) y, el resto, asalariados.

Durante miles de años, ese número (18 000 000) fue incuestionable. Las personas nacían, se formaban y, más tarde o más temprano, aprovechaban las bajas por jubilación para tomar posesión de uno de esos puestos de trabajo.

No solamente la formación era clave en la elección de la ocupación. La suerte, tener buenos contactos y algún que otro pariente, bien podían ayudar a localizar una deserción inminente, por muerte, invalidez o cansancio, y tomar por asalto un cielo prometido desde la más tierna infancia.

Mantener el número (18 000 000) comenzó a ser complicado. Las personas que progresaban, presionaban sobre la natalidad y, para cuando los retoños habían crecido, el número de sillas (18 000 000) era más escaso aún en términos relativos. Por si fuera poca cosa, de otras economías comenzaban a llegar más activos, ávidos de colocación. Sin embargo, bajo ley divina, el número debía sostenerse.

Juan, a sus sesenta y cinco años, dominaba el arte de los negocios. Una acumulada experiencia se mezclaba con un espíritu emprendedor pocas veces visto antes. La aleación, impenetrable, golpeó el corazón del número. Durante días, se infligió severo castigo divino a Juan y a su familia. Él, lejos de abandonar su puesto, se hizo fuerte dedicando más horas a su profesión. Tantas, que descuidó su hogar (por un lado), ampliando sus negocios (por otro). Pronto, Juan necesitó ayuda. Quiso preguntar por talentos que ya ocupaban puestos de trabajo, pero estos no renunciaron a lo que tenían. Finalmente, Juan quebró el número, contratando a dos personas: un joven que, recién acabada su formación, gestionaría su hogar de manera integral y un activo extranjero que, también terminada su formación, haría lo propio con la ampliación de su negocio.

El número comenzó a deshacerse por las unidades. Pasó a ser 18 000 002. Eso fue antes de que Juan, finalmente, muriera. Otros hicieron lo mismo. En esta economía, creada inicialmente con el número 18 000 000, ya vamos por 24 000 000. Y subiendo.

Corolario: los puestos de trabajo no son fijos, los viejos no quitan los empleos a los jóvenes ni los inmigrantes lo hacen a los residentes. Huye de las falacias y quiebra las premisas que son falsas.

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