Los recicladores

Tiene una caldera mi vecino con una boca tan grande que todo se lo traga. Así me lo hizo saber ayer tarde cuando se llevó seis carretillas de material variado, procedente de años en los cuales acumulé toda clase de chismes en el garaje, tantos que me parecía una quimera que el coche volviera a dormir en ella. Mi vecino, este invierno, no pasará frío. Tiene combustible apropiado. Maderas de naturaleza variada y tamaños idóneos para cada una de las fases de la ansiada combustión. Se me ocurre que, tal vez, algún político oportunista pueda sacar provecho de ello, para bien o para mal. Aunque ese no es el caso. Aquí, lo que importa es averiguar de qué está hecha esa carretilla que se llevó en apenas una hora, años de mi vida y cómo mi vecino es capaz de ver, una y otra vez, el lado positivo de las cosas. Es entonces cuando recuerdo a otro hombre al que conocí hace tiempo y que siempre explicaba que para qué iba a decir que algo no estaba bueno, pudiendo decir que sí lo estaba. Pues eso, que cuando pasan cosas malas, hemos de aprender de los recicladores de la vida que, tal vez porque presenciaron aquello que nosotros únicamente hemos leido, siempre tienen una sonrisa de aprobación para lo que venga. Mientras venga, bueno será.