Margarita está en crisis, como sabe todo el mundo en este vecindario. La suya es de ansiedad, porque siempre quiere vivir lo que va a venir mañana y, para colmo, se le antoja que no será bueno. Ya veo venir la ambulancia que la trae de vuelta. La bajan con mascarilla y bata mientras los niños juegan a la pelota y un corrillo de curiosos se ordena en torno a ella para ir dibujando un pasillo que traza el camino hacia su casa, donde le espera una tarde de figuraciones y acertijos con finales funestos y desesperados.
Hasta la semana que viene, parece decir el chófer mientras desconecta las luces y toca el claxon para que los niños recojan su pelota y se aparten de la calle. Se va sin hacer ruido y me deja asomado en la ventana como si nada hubiera pasado. El partido de fútbol, más vivo que nunca; las vecinas y sus sillas, de nuevo arremolinadas en torno a la puerta de Angelita y la esquina de Salvador, tomada por dos desempleados que apuran una y otra vez el mismo quinto de cerveza. Las crisis, que vienen y van.
Micrrelato seleccionado en concurso "Crisis" de Letras con arte