Plano

En verano o en invierno, hiciera frío o calor, con o sin sensación de humedad, su vida siempre estuvo ligada a los libros. Los había cabalgado a mil ritmos diferentes. Hubo épocas locas en las que sentía volar a través de las hojas, olvidando sin remedio las historias recientes. También sintió la tristeza de saberse casi en el abandono, permaneciendo durante meses entre dos páginas, manidas de tanto sobarse con su piel. Era entonces cuando recababa opiniones entre sus cientos de memorias, repartidas entre una selva de letras. Siempre de noche, lloraba, amaba, reía. Hasta incluso se moría y volvía a la vida, con los huesos acartonados y el alma de otro color, un amarillo apagado que se volvía dorado cuando el libro se abría de nuevo, el atasco se evaporaba y las palabras comenzaban de nuevo a llevarlo hacia el capítulo siguiente. Solo entonces se sentía de nuevo útil.

Todos lo tenemos en casa. Incluso me atrevería a decir que contamos con más de uno. Están entre aquellas hojas, escondidos tras los lomos de los libros. Míralo. Ahí lo tienes. Lo dejaste ayer, el otro día, el año pasado, no sé cuando o hace un minuto. Plano, te espera el marcapáginas.