el consumidor racional y la maximización de la utilidad

Llego al súper para comprar turrón de chocolate (de marca blanca) y resulta que está en promoción. Echo dos al cesto y, ya en la cola, pienso:

—¡Leñe! Bajan el precio y, en lugar de uno, me llevo dos. Al final me he gastado más de lo pensado. Claro que, podría haber comprado uno de marca de fabricante y aún me sobraría dinero. ¡Venga! ¡A por él!

Acabo de ser víctima del denominado efecto renta. Realmente, mi dinero era el mismo pero, al bajar el precio del turrón (de marca blanca), mi dinero compraba más. Así que mi renta había crecido y, en esas condiciones, pensé que sería mejor comprar el bien normal (turrón de marca) y desestimar la adquisición del bien inferior (turrón de marca blanca). Y ahí estaba, de nuevo en la cola, con mi turrón Suchard. Mientras llegaba mi turno, continué pensando:

—¿Necesito consumir este bien? Con lo que voy a gastar, podría adquirir otros bienes en su lugar. No sé, por ejemplo, unos bombones. También son dulces, llevan chocolate, huelen a navidad… ¡Venga! ¡Mejor los bombones! Igualmente, van a satisfacer esta imperiosa necesidad que experimento y, sin lugar a dudas, me otorgarán valor. Por algo se llaman bienes sustitutivos.

Así que otra vez en la cola, ahora con los bombones. De Ferrero, claro, porque había unos de marca blanca que estaban de oferta, pero reutilicé el primer razonamiento de esta historia y me ahorré otra cola. Ya casi era mi turno cuando recuerdo haber visto los mismos bombones más baratos la semana pasada. Y claro, caigo en la cuenta de que este mes es el momento de subir los precios ya que son pocos los que quieren renunciar a este placentero sabor. Vamos, que los bombones (en Navidad) son un producto de demanda inelástica y, aunque ahora sean más caros, los seguiremos comprando, hecho que se traducirá en un aumento de ingresos para la empresa productora. ¡Efectivo directo en vena al resultado de explotación, vía ingresos totales!

—¿Le cobro o no? —me pregunta el cajero, algo impaciente al ver la fila detrás mía.

El caso es que vine a por turrón del barato y resultó más barato aún, así que decidí comprar turrón del caro y luego me decidí por los bombones (sustitutivos del turrón), también de los caros. Tras dudar un segundo, me digo:

—No. Ahora vuelvo. Voy a por café.

Y de nuevo a razonar sobre el café a comprar. Porque, claro, los bombones piden un café, bien complementario por excelencia. Y ahora escojo, el de marca blanca, que es un bien inferior, pues mi renta ya comenzaba a resentirse. Vuelvo a la fila. ¡Hasta que me acuerdo del té!

—Jolín, es que el té es un sustitutivo del café, complementario de los bombones de marca, bienes normales y sustitutivos del también bien normal turrón de chocolate de marca. ¡Venga! ¡A por el té y a pagar de una vez!

Cambio de fila, porque el cajero de antes me mira mal y está hablando con la supervisora. Los dos me observan y creo que la jefa le pide calma al cajero, el cual, para ser sincero, parece bastante nervioso. La supervisora se acerca a mí y me pregunta:

—Disculpe señor. ¿Va a llevarse usted algo?

—Pagando, quiere decir ¿no?

—Evidentemente. Si necesita algún consejo sobre nuestros productos…

—¡No gracias! Ya me he decidido. Me llevaré té y bombones, definitivamente. No se preocupe, que pago y me voy. ¡Al fin demostraré mi poder adquisitivo!

Y salgo del súper con mi té y mis bombones. Cierto que podía haber comprado otra cosa, pero me decanté por esta cesta de bienes con los que espero maximizar mi utilidad en cuanto llegue a casa. Y todo porque soy un consumidor racional que se comporta de acuerdo a los axiomas del modelo microeconómico de consumo clásico. ¡Olé la economía! ¡Cómo se nota que he aprobado la primera evaluación!

—¿Dónde has estado?

—Vengo del súper, mamá. He comprado té y bombones.

—¡Anda! ¿y eso?

—Pues porque me apetecía que merendáramos juntos esta tarde que hace tanto frío. Últimamente no hablamos mucho así que… ¡venga! ¡Enciende el brasero de la mesa camilla que lo voy preparando todo!

Los modelos de consumo en Economía solían formularse suponiendo un consumidor racional. Esto podría parecer irreal en un primer momento, pues nadie se comporta de esa manera. Aunque, lo verdaderamente interesante es que lo que importa es que se comporten como si realmente lo fueran. Nuestro estudiante de Economía terminó comprando té y bombones porque era la mejor opción para disfrutar de una estupenda sobremesa con su madre. ¿Hay algo más racional que eso?

—Mmmmmmmm, ¡buenísimos! Desde luego, hijo, ¡siempre das en el clavo!