La antesala

Tenía la sensación de llevar dos años en una antesala. Había cerrado episodios anteriores de su vida pero, al girar el pomo de la siguiente puerta, la corriente hizo abrirse la anterior, que creía ya cerrada.

Como un niño aterrorizado en su cama al escuchar el viento en la persiana, los crujidos de los quicios o las maderas vivas en los silencios, no podía dejar de sobresaltarse cuando la puerta de atrás volvía a chirriar sobre sus pernios. Ese horrible sonido retenía su marcha y dominaba sus pasos, volviéndolos más pesados y miedosos. Así que vivía en la antesala e hizo de aquella estancia un lugar mejor que el anterior y peor que el próximo.

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