Lucas abrió la hoja de cálculo e introdujo la fórmula que le indicaría su tiempo de vida restante.
=VIDARESTANTE(vicios;desamores;edad;dinero;suerte)
Pulsó «ENTER» y la celda tomó un valor inesperado. Sorprendido, bajó al bar y pidió un cubalibre. Después, otro y más tarde, otro. Antes de acabarse este último, llamó a Isabel, su primer amor. Se había casado con el chico popular de la facultad y su vida era increíble. Le contó que ella, su marido y sus hijos, solían pasar las vacaciones de verano en pleno parque natural del Cabo de Gata, en un precioso bungalow con piscina, muy parecido al que, años antes, ellos mismos y unos amigos habían alquilado y donde Lucas e Isabel se habían besado apasionadamente.
Aquel desamor lo superaría Lucas, saliendo con Inés. Estaban destinados a ser la pareja del año, pero esta murió cuando apostó a que podría saltar de un lado al otro del precipicio, en la sierra de Los Filabres. La sostuvo durante unos segundos, absorto en sus ojos grises. Ella le dijo que lo amaba, antes de soltarse. Lucas tenía entonces diecinueve años y ahora, pasaba de los cincuenta y ocho. En paro y sin dinero, apenas podía acudir a la farmacia para tratar sus migrañas. Tampoco al médico de cabecera, debido a la última reforma para una sanidad sostenible. A Lucas nunca le llegaba para el copago.
Lo cierto es que Lucas jamás tuvo suerte en la vida, ni siquiera en las cosas más insignificantes. Si estabas con él, daba igual cómo lo hicieras. Todo salía siempre mal. Eso sí, hay que reconocer que, para no tener suerte, y considerando el resto de argumentos de la fórmula EXCEL, Lucas bien podría darse con un canto en los dientes.
240 años, 7 meses y 3 días