La otra orilla

El mes termina y, con él, todo parece acelerarse. Existía un plan establecido. Con él venían marcados unos tiempos y ciertas exigencias que cumplir en plazos, a priori, inflexibles.

Ahora que se acaba, todo debe comenzar. Podemos reconstruirnos, desperezarnos, pensar que tal vez salgamos bien de este entuerto. Han venido como los niños, de puntillas y con miedo a despertar a sus mayores, a decirnos que podemos jugar sin armar demasiado escándalo.

Los hay que aún tienen pánico y son muchos los impedidos que quieren, pero no pueden. No parece posible una reconciliación, ni tan siquiera un acercamiento. Se increpan, permutando argumentarios. Se los prestan para arrojarlos. Unos días, tú; otros, yo. Me toca.

Nadie somos todos. Nadie para llevar la razón. Nadie que quiera hacerse cargo de la responsabilidad. De salir o de permanecer. Dejémoslo ir y esperemos el acontecimiento natural que terminará arreglándolo. Porque es la vida misma la que logra asomar la cabeza para respirar en este ambiente tóxico. No hay timón ni embarcación capaz de domar la fuerza salvaje que nos mantiene aquí desde que podemos recordarnos como especie.

De todos entonces (de nadie, por supuesto) es el mérito. Al menos no nos odiemos, puesto que resulta complicado, en estos días, querernos un poco más de lo que lo hacíamos antes de estar metidos en todo este embrollo. Y si decidimos odiarnos, destruyámonos hasta no dejar títere con cabeza. Será el fin a tantas guerras provocadas, siempre, por los mismos. Por nosotros. Que nunca nos hizo falta nada ni nadie que no fuera algo nuestro. Apuesto a que, antes de que eso acontezca, se impondrá la cordura. Se impondrá. Tiene que ocurrir.

—¿Y los responsables?

—¿Qué responsables? Nosotros, quieres decir.

—No. Los que idearon esos argumentarios que van de boca en boca y que nos enfrentan a diario.

—Ya no están entre nosotros. Saltaron de sus barcos (los nuestros) antes de dejarnos a merced de la tormenta. Allí están ¡Míralos! En la otra orilla. Donde todo encaja bien, como decían Los Enemigos. Allí, donde todo brilla.

—De momento.

—Por el momento ¿Acaso les importa algo más?

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