Los parques

Sucedió el primer día en que estuvo permitido salir a correr. Los centros de salud colapsaron sus urgencias. Tendinitis, roturas fibrilares, fracturas abiertas, traumatismos severos, síncopes, taquicardias, mareos, desvanecimientos, náuseas, bajadas de azúcar, anginas de pecho, esguinces, distensiones de ligamentos, golpes de calor, infartos, ictus, fotosensibilidad extrema y asma, fueron los cuadros más comunes en las urgencias.

Miles de enormes culos y barrigas colgantes salieron a correr como si no hubieran transcurrido más de cuarenta días de inactividad física. Sólo habría que haberse mirado al espejo para comprobar el ajuste de la camiseta técnica y mirar en el centro de gravedad para advertir, debajo de ella, un enorme ombligo capaz de succionarla junto con el resto de la equipación. Esto se podría haber evitado.

Esas barrigas no se ceñían a la parte delantera. De perfil, podían advertirse unas riñoneras generosas que impedían la caída natural de la camiseta. Sosteniendo aquel peso muerto, unas piernas delgadas, maltrechas, sin tono muscular y unas rodillas que se adivinaban totalmente insuficientes para aguantar esos más de cuarenta días de bizcochos, chocolate, tortitas, cervezas, cubalibres, asados, gachas, pan y palomitas ¿Qué podía salir mal?

Los corazones, desde arriba, miraban todo lo que tenían justo debajo y comenzaban a latir más deprisa. Asustados, querían advertir del peligro a unos dueños insensatos. Sordos y cegados por el ansia de libertad, se disponían a exigirle en media hora más esfuerzo que el realizado en los últimos dos meses. Latieron con mucha fuerza, mientras los vanidosos se miraban al espejo. Algunos lo hicieron tan intensamente que la angina de pecho llegó antes siquiera de salir a la calle. Fueron los casos más afortunados, porque los familiares solicitaron enseguida asistencia sanitaria. Otros, en cambio, permanecerían tirados en las aceras durante horas.

Ya no existen corredores con mala condición física. Ahora necesitas una app especial para poder salir a trotar un rato. La aplicación monitoriza tus constantes vitales y envía directamente la denuncia si sales a correr con un gramo de más. Se acabaron esos culos imposibles, asfixiados por unas mallas que no les dejaban casi articular movimiento alguno. No te cruzarás más con esas camisetas cortas que mostraban al aire ombligos terroríficos, amenazando con engullirte a su paso.

Primero, fueron los niños. Ahora, los corredores. Los parques ya no son lo que eran ¡Qué pena de vida!

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