José ha cambiado la mascarilla por las gafas de la piscina y el tubo de la playa. Lo combina con una pinza para la nariz muy mona. Se la ha quitado a su hija, que hace (hacía) sincronizada. Al tubo le ha colocado, en la parte de arriba, un ingenioso dispositivo que filtra el aire, tanto a la entrada como a la salida, desinfectándolo. Es infalible.
—¿Y cómo habla con la gente? ¡En algún momento tendrá que sacarse el tubo de la boca!
—¡Fácil! El dispositivo desinfectante interpreta los ininteligibles sonidos que produce cuando intenta decir algo con eso metido dentro. Una vez que el aparato los capta, contextualiza la situación y, a través de un nanoaltavoz, se produce la comunicación.
—¡Jolines con José!
No era lo único que había ideado José. Una vez terminada la exomáscara parlante, se puso manos a la obra con otra idea: los dedos atomizados. Terminaba agosto del veinte cuando ya disponía de prototipo. A simple vista, el bote era idéntico a los pulverizadores de protección solar. El líquido que contenía, debidamente vaporizado sobre las manos, construía una capa invisible, continua y protectora ante cualquier germen, bacteria o virus. No sólo eso. La sustancia aniquilaba al patógeno si existía contacto. Para terminar, no olía ni sabía a nada. Tampoco se desprendía al manipular objetos y permanecía activo durante ocho horas.
—¿Y dónde está José?
—Lo ha fichado la NASA. Más presupuesto, más equipo, más motivación. Ya sabes ¿Resultado? ¡Máscara mejorada! No me ha enviado fotos, pero por lo visto ahora ni se nota que la llevas ¡Otra cosa! No va a volver. Se ha echado una novieta americana y hacen el amor día sí, día no, de forma totalmente segura. Es lo que me ha dicho hace un rato cuando he hablado con él por teléfono.
—¡Pues vaya! Se podía haber quedado aquí y hubiéramos disfrutado todos de la exomáscara parlante y de los dedos atomizados ¡Ahora los americanos se quedarán con la patente y nos tocará pagar otra vez! ¡Flaco favor, Joe!
—¡No te preocupes! Por mucho que diga José, aquí eso no va a funcionar del todo ¡Mira! Llevo puesta una (de las primeras que hizo) y te estoy contando que… ¡espera que me la quito! …el fin de semana pasado me fui con él a ver una película americana del espacio, que después nos comimos un chuletón (de chuparse los dedos) y, finalmente, acabamos de cubateo porque su novia lo ha dejado por un alemán de esos que, en vez de cara, ¡parece que llevan máscara! Y tú, ¡preocupado por las patentes! Patentes, patentes. ¡Patentes los americanos!