Paciencia

—Cariño, ¿dónde has colocado los calcetines?

—A dos metros de ti.

—¡Vale! Ya los veo ¿Y las camisetas de deporte?

—A dos metros de ti, en dirección opuesta.

—¡Ahá! De acuerdo ¿Y las mallas de correr?

—A dos metros de mí.

—Vale. Me faltan las zapatillas ¿Las has visto?

—Sí. A dos metros de mí, en la otra dirección.

—¡Aquí están, sí! Una cosa ¿Por qué has colocado todo a dos metros?

—Por el distanciamiento social.

—Vivimos juntos desde hace trece años ¿Hasta cuándo vas a seguir con esta tontería?

—Hasta que encuentren la vacuna.

—¡O hasta que yo me harte y te deje!

—Antes encontrarán la vacuna.

—¡Vaya! Pues, en ese caso, deben estar a punto de hacerlo.

—Sí. Eso han dicho. Aunque yo no termino de creerlo.

Se llevó algo más que las zapatillas y las mallas de correr. Y ya no volvió. Me dejó una nota (a dos metros de distancia) en la que me deseaba la mejor de las suertes. Pude leerla porque la había escrito con letras grandes. Dieron con la vacuna dos días más tarde. Siempre tuvo poca paciencia.