No sé cómo pero nos hemos puesto a hablar de la escuela. Recuerda muchas cosas excepto el contenido de las lecciones. Desde la distancia que dan los años, reconoce que lo que aprendió no estaba en los libros. Quiere decir que ciertas enseñanzas han de darse justo en un momento del tiempo y con un desarrollo concreto mientras que el resto estaba en las lecturas y ahora en la Red.
Supo aprender a zafarse de una pelea, a responder hábilmente, a evitar tristezas y a jugar con los amigos, también a mentir al maestro o a dar pena a la señorita de sociales. La escuela nos sirvió para eso; si quitamos para sumar, restar y leer, no es más que un lugar de aprendizaje social si estás avispado para intuir todo el proceso de instrucción que lo jerarquiza. Instrucción de masas para nada. He tenido la mala suerte de estar viva para ver cómo cambia el mundo sin que mis aprendizajes técnicos sobrevivan a ellos.
Quisiera una escuela para aprender, ahora que tengo hijos, me cuenta, pero me sería imposible soportar la incertidumbre de la ausencia de instrucción. No soy valiente para afrontar un modelo distinto, ahora con ellos. Tal vez por eso sea funcionaria, aunque siempre haya tenido algo de aventurera. Me crié en la época de la instrucción y no sé salir de esa senda.
No estamos tan lejos el uno de la otra, pienso. Ella, como yo, aprende de la vida. El resto es un trabajo.