Lejos

Odiaba el 14 de febrero. No tenía ni pareja ni amigos, pero ahí estaba, una postal sin remitente del Puente de las Artes. París lucía tan lejano ahora. En el reverso con letra desconocida aparecían su nombre, dirección y solo un mensaje: «Rendezvous. 30 de febrero».

Giró la postal para observar la fotografía. Estaba tomada desde el mismo puente y era reciente, pues se advertían las barandillas acristaladas. Había estado en París en dos ocasiones, ambas anteriores a 2015. Recordaba haber cruzado aquellos metros e incluso detenerse para tomar una instantánea a los miles de candados que amenazaban con destruir la pasarela. Nada especial ocurrió en ese momento y tampoco comentó jamás aquel episodio de su vida, en el que solía viajar sin compañía. No se le ocurría quién podría haber concertado aquella cita, justo en ese lugar.

La misiva quedó sobre el cenicero del recibidor, entre tickets de la compra y números de teléfono anotados que nunca marcaría. Con el paso de los días, llegaría a desaparecer entre ellos. El dos de marzo no tardó en llegar. Alguien debía estar aguardando en Pont des Arts, sin hora, sin esperanza. No podía haberla de ningún modo. Aquella postal había sido enviada al azar.

Recordaba la ciudad con una luz que, ahora, le pareció esquiva. París, como el resto de lugares, sucumbía a la pandemia. Durante el trayecto en taxi, observaba las calles injustamente tomadas por unas restricciones que habían terminado por igualarla a cualquier otra capital. París se hallaba desvestida, mostrándose mundana y lineal. Sintió la tentación de dar contraorden y regresar al aeropuerto, aunque llegaba tarde. Pont Neuf quedaba ya atrás. Bajó unos metros antes, tras pagar la carrera. Prefería caminar.

Se encontraron casi en la orilla contraria. Caminaba en dirección a la biblioteca Mazarino cuando se cruzaron. Ambos se detuvieron instantes después y se dieron la vuelta. Dirigió la mirada hacia la postal y supieron que se esperaban. Al mismo tiempo, fueron conscientes del daño que podría causar una palabra, un sólo titubeo, así que se concedieron unos minutos. No era demasiado, teniendo en cuenta los días transcurridos, la desesperanza del remitente, reflejada en los sueños del destinatario, la soledad intensa del mismo encuentro.

Fue el último año en el que enviaría una postal. Durante toda su vida había deseado un amor tan puro como el azar, el mismo que se lo había entregado. Los nombres, la edad, el sexo, la lengua materna, los anhelos. Nada de eso importaba ni podía condicionarlo. El amor, pensaba, debe estar lejos de París.

relato presentado a #MismoInicioDiferenteFinal (el primer párrafo es común al resto de relatos presentados)