El halcón milenario habría sido abatido a las primeras de cambio si, en lugar de Han Solo, pilotara el de la queja constante y el apunte innecesario. El mismo que da aclaraciones que nadie solicita y se te planta delante, balanceándose como un idiota para que adviertas que está ahí, sin darse cuenta de lo mucho que estorba la mayor parte del tiempo.
El halcón milenario no tendría hipervelocidad, pues el de la queja constante nunca habría sabido modificar los circuitos de la nave y, de haberlo hecho, estos habrían saltado por los aires, conviertiendo la saga en un absurdo serial sin propósito alguno. Darth Vader jamás habría permitido que el de la queja constante asomara las narices por la galaxia, pues enemigo de tan poca enjundia no merece tal puesta en escena ni mucho menos desperdiciar un ápice de la fuerza que te acompaña.
El de la queja constante creyó ver a la princesa Leia tras una capa de humo y corrió tras ella hasta darse de narices con la puerta del despacho. Cerrada a cal y canto. El de la queja constante se halla desubicado, al igual que su princesa. Recuerda en sueños el poster de Star Wars que un día tuvo en su cuarto, cuando era joven y pensaba que la fuerza se hallaba en él y que esta lo ayudaría a recorrer cada uno de los rincones de la galaxia, a lomos de su Halcón Milenario y de su anhelada princesa Leia. Juntos, destruirían la estrella de la muerte. Juntos, gobernarían la galaxia.