Son tres o cuatro. Pero no cinco. Ni dos. Es cierto que al principio era uno, pero eso fue antes de ayer. Hoy son tres. O cuatro. Y no me hagas decírtelo otra vez. Si te gusta, lo coges. Si no, ya sabes lo que hay. Tres. O cuatro. Que quieres cinco. No hay. Pero menos, no te doy. Y no mandes otra vez a tu hermano a convencerme de lo que no es. Se irá por donde se fue ayer, sin nada. Que ya sé que estábamos de acuerdo en lo principal y que no debíamos de habernos desviado. Que sí. Que yo en ocasiones no llevo razón, pero tú tampoco la llevas muchas veces. Muchas más que yo. Así que tres. O cuatro. Piensa que cuatro son dos más dos, que no es más que el doble de lo que pides. Por no decirte que tres es lo que andas mendigando más lo que estábamos de acuerdo cuando todo esto comenzó. Tú sabrás qué quieres en la vida. Yo lo tengo claro y sé que, o tres, o cuatro. Que a veces, te voy a decir si me permites, es mejor ceder un poco que irse sin nada. Pero tú haz lo que creas conveniente. Que equivocarte puedes. Y lo harás. Cómo yo. Muchas veces. Pero equivocarse siempre, muy bueno no debe ser. Tú sabrás. Yo, no digo nada. Que si me pusiera a decir, no acababa.