capitalización compuesta

El niño de la vecina, que tiene siete años, está ahorrando. Me lo ha soltado en el ascensor esta mañana. No es que yo tuviera un especial interés en lo que respecta a su vida financiera. Ni siquiera comencé la conversación. El niño estaba en el portal cuando entré, cargada con las bolsas del súper. Me extraño verlo allí, solo. Sonrió al abrirme la puerta e incluso me dijo que me ayudaría con la compra. Fue extraño, pero iba tan cansada que no le di importancia.

Entró tras de mí y apretó el botón del piso. Tras darle las gracias, inmediatamente después, me tiró de la falda y me dijo:

—¡Estoy ahorrando! ¡Tengo ya 1 793 euros con 49 céntimos.

—¡Pues tienes un montón para ser tan peque! —le dije, sonriendo con los dientes apretados. ¿Cómo lo has conseguido?

—¡Muy fácil! Cuando nací, a mis padres les regalaron mil euros, así que los ingresaron en una cuenta de ahorro. La señora del banco, que ahora es amiga mía, les dijo que les daría un euro al año por cada cien que tuvieran en la cuenta. Además, papá y mamá, por mi cumpleaños, que es el 31 de diciembre, ingresan cien euros cada vez. Y así hasta hoy, que tengo ya siete años y he conseguido ahorrar 1 793 euros con 49 céntimos.

Las puertas, al fin, se abrieron y pude salir al rellano. Me apresuré a entrar en casa. Otro tirón.

—Como pienso seguir ahorrando, cuando tenga 18 años, la cantidad existente en la cuenta será de 3 157 euros con 62 céntimos. ¿Sabes por qué tendré ese dinero?

—¿Porque ahorras? —respondí irónicamente, harta del niño de la vecina.

—¡No exactamente! Porque ahorro según la ley de capitalización compuesta. Así, los intereses que se generan se suman para generar aún más dinero. Me lo ha dicho mi amiga, la señora del banco donde tengo la cuenta. Se llama Inés y tiene una hija de mi edad que también ahorra.

—¡Juan! ¿Tú sabes lo que es la capitalización compuesta? —pregunté, al escucharlo en la cocina, trasteando con el horno.

—¡Vaya que si lo sé! Cada día te quiero un poquito más. Y me cuido de hacer, cada día, algo para demostrártelo (sin decírtelo, por supuesto), ingresando en la cuenta de nuestra relación una nueva suma (pequeñita, sí, pero nueva). Además, me cuido mucho de no restar. Sólo sumar. Y así desde que estamos juntos. El resultado ya lo conoces. Nos queremos muchísimo.

—¡Y todo por ahorrar!

—¡No exactamente! Y todo por querernos según la ley de capitalización compuesta.

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