De toda la vida. Lo de tener suerte, caer de pie, estar en el sitio justo en cada uno de los momentos dulces, aparecerse la misma Virgen acompañada de todo el Santoral. En fin, una persona afortunada. Ella, no obstante, siempre lo puso fácil. Procuró que todo lo anterior le sucediera mientras lo buscaba y no fue jamás amiga de pretender imposibles. No persiguió sueños. Corrió, sí, pero tras aquello que creyó lograría luchando. El resto la observaba como quien mira indolente el paso de un Talgo que no se detiene en una estación de tercera. Esa misma indolencia que te empuja a permanecer sentado en el mismo sitio día tras día, mientras eres incapaz de preguntar -Oiga, por favor, ¿este tren dónde para? Nunca hizo maletas. Se apañaba con poco y, en cada uno de sus viajes, siempre llevó consigo misma las ganas de estar en el mundo, sin importarle el lugar. A fin de cuentas, lugares hay muchos, pero una sola forma de mirarlos es la única que ella practicó. La correcta. Por eso, siempre dice que no hay suerte, sino intenciones.