La bala

El teniente Huesos ha llegado a la escena del crimen. Los de la científica hablan con él. Asiente con la cabeza. Se retiran, mientras comienza a encajar las piezas una vez más. Huesos trabaja solo. Rara vez cuenta algo que no se refiera a trabajo. Habla poco, porque ha visto demasiado. Dejó de tener familia cuando llevaba tres meses en homicidios. Al teniente Huesos no se le conoce fuera de las marcas de tiza. Su vida está acordonada. Huesos nunca sale del ring en el que él mismo decidió introducirse.

Hoy me contaba Huesos que un día acabará con los malos de una vez y que entonces se pegará un tiro. Dice que tiene la bala en su bolsillo izquierdo. Huesos y la cerveza no terminan de hacer buena pareja. Le hace decir tonterías. Si malos siempre va a haber, Huesos. Ya, sonríe Huesos sosteniéndola entre sus dedos, pero si pensaras que no puedes ganar porque siempre habrá alguien mejor que tú, ¿pelearías por las cosas? Yo prefiero mirar esta bala de vez en cuando, en esos momentos en los que pienso que, tarde o temprano, acabaré con los malos, si es que ellos no acaban antes conmigo.

 

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