El estómago se encoge al acelerar. Se necesita mucha fuerza para levantar un avión de metal, cargado de impacientes pasajeros. Arrastrar todos esos planes por la pista, con sueños imposibles, deseos casi concedidos, cuentas por ajustar, objetivos que incumplir, besos para dar y lágrimas que contener, para bien o para mal. Ya es bastante, que puede levantar el morro el aparato. Los motores se escuchan a pleno rendimiento. Es el momento en el que todo el mundo empuja con los ojos cerrados desde sus asientos, apretando los dientes. El sonido es insoportable. Pero cesa. La pista se acaba. El comandante aparece por el pasillo tras detenerse la carrera. Seguimos en tierra y eso nos mantiene tranquilos. Mejor no volar si no podemos. -«Demasiada carga para este aparato. Me temo que este vuelo no soporta sus historias personales. ¿Están seguros de querer llevárselas consigo?»-