Cuando era más pequeño, odiaba el tiempo. Para mí, siempre estaba detenido, empeñado en demorar la llegada de todo aquello que me interesaba.
No mucho después, mi relación con él dejó de existir. Nos ignoramos durante años. Él seguía transcurriendo mientras mi vida, desnortada, se hacía mayor.
Un día cualquiera, al abrir la puerta para salir a la calle, lo encontré esperándome. Me pareció que iba deprisa en relación a mi paso. Me costaba alcanzarlo y no lo hubiera conseguido de no ser porque algo aceleraba mi cuerpo, contra mi voluntad. Miré hacia atrás y vi que no quedaba nada a su paso.
Finalmente, se detuvo. Lo hizo justo en el momento en el que yo quise continuar. Me recordó que era lo que siempre deseé. Intenté burlarlo, pero resultó ser más listo que yo.