las patrias de uno

Uno tiene muchas patrias dentro. Está la patria del jamón, la de las cañas, la del barrio y los amigos, la patria de las buenas costumbres, la patria del vermú. Está la Mancha, la playa, el cabo de Gata y todo lo demás. Los cocidos de madre y de la tía Encarnita. La patria de los veranos, la de las carreteras de antes, que cruzaban por los pueblos, esas patrias pequeñas.

Patrias grandes como Europa y más grandes aún, como el mundo al completo. El fútbol como patria y el club de mis amores. La patria de los éxitos, también la de los fracasos. Somos patria en desempleo y en fijos discontinuos, en gazpacho, motociclismo y bádminton. Cada quince de agosto, cuando resucitan miles de patrias, no nos perdemos el baile en la plaza, la nuestra.

Unen las patrias, recordándonos que puede más el amor que el odio, aunque eso no quita que la patria nos ayude a distinguirnos. Urbanitas y rurales, con cebolla y sin ella, ricos y pobres, jóvenes y pensionistas. Youtubers, que carecían de ella, ya escogen una donde no los acose demasiado el fisco, patria de los que venden como eslogan «que lo paguen otros».

La patria es donde uno come, dicen los sabios. Que son los que llevan muchos años en esto y han visto como, unos y otros, se empeñan en decirnos qué patria debemos amar y cómo hacerlo, obviando que se ama lo que uno quiere y como uno quiere.