el peso de las hojas

Hay hojas en el suelo. Creo habértelo contado antes, si no recuerdo mal, pero debo avisarte de nuevo. Debajo de ellas, todo termina pudriéndose. Por esa razón tienes que quitarlas. No me refiero a moverlas de un sitio a otro, no. Te estoy diciendo que las hagas desaparecer. De esta manera, lo que pueda quedar bajo ellas recibirá la luz del sol, disipándose ese olor dulzón gracias al aire helado y seco del invierno, estación que debes convertir en tu próxima parada. Comprobarás que se desvanecen los odios, dejándolos sin protección y a merced de lo que venga. Hazme caso y no dejes ninguna, ni siquiera las que acaban de caer, a pesar de que, aún, no hayan podido causar un mal permanente. Las hojas son como algunas personas, que disfrutan encerrando el rencor hasta cuajarlo en algo agrio y constante. Unas hojas, caducas, que deben esfumarse y dejar a la vista el camino, libre de recovecos que se han usado para conspirar. El otoño es la época propicia para que barras todo aquello que ya no quieres en tu vida, como esas miradas, lánguidas e impostoras, que esconden los engaños propios de las aguas estancadas. Huye de ellas, sin temor alguno a lo que venga, que no es otra cosa que tú sin el peso de las hojas caducas de este otoño.

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