Timbre

Me aburro. No puedo hacer lo que quiero y lo que puedo no me gusta. Por eso tengo esta cara, cruzo los brazos, apoyo la cabeza sobre la mano, me miro el pie, lo muevo a la izquierda, lo muevo a la derecha, lo giro, miro al de al lado, resoplo, limpio las teclas de la calculadora, intento hablar por señas, me duele la espalda, tengo que cortarme las uñas, arrancarme este padrastro. Mario es tonto y no se da cuenta de que lo quiero, mañana voy de compras. Qué horror, ¿cuánto queda? Ya no queda nada, dice el de siempre ¡Qué pesado es! ¿Me habré gastado el dinero del pan? Voy a preguntar de nuevo si lo puedo entregar ya. Todo esto y mucho más es lo que pasa por las cabezas cuando terminan un examen y no pueden entregarlo hasta que toca el timbre. ¡Cómo disfruto!

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