Dos coma catorce

Rumbo al planeta quinto, decido activar el protocolo de sueño ligero. Viajaré estos tres años siendo consciente de que te quedaste en casa con los niños. Para ti no ha sido fácil. Lo sé. Lo llevo grabado en la memoria de ruta. Antes de despegar, lo escribí también en el brazo de la silla espacial con las llaves de casa. Como aquellos te quiero que dejabas por todas partes. Sí. Me las traje sin querer. Las llevo en el bolsillo de emergencia, por si allí hubiera alguien o algo que hubiera dejado alguna casa llena de recuerdos. Esto empieza a hacer efecto. Respiro despacio y creo verte hacer la cena con ellos, tan crecidos. Mezclo las cosas y pienso en cómo os echaré de menos en un planeta donde la gravedad es dos coma catorce veces la normal. Apenas podré caminar para recoger muestras y conducir el vehículo espacial será casi imposible. Tendré que dejar las llaves en la nave si no quiero parecer un fantasma arrastrando su pena. A vosotros os llevaré irremediablemente entre el traje y mis huesos y, para cuando os llegue este mensaje, ya casi estaré de vuelta, diez años más joven que ellos y con cuarenta menos que tú. Seré, para entonces, la abuela más joven del mundo y me contarás cómo fueron todas las mañanas sin mí, cómo te las arreglaste para encontrarme con el telescopio y decirle a los niños que algo muy grande caminaba sobre el quinto planeta. Nos besaremos encontrándonos en mitad del tiempo y reconocerás mi boca pues ya me los diste cuando éramos novios. Para mí serán nuevos, pues nunca te había besado con setenta años, a pesar de querer hacerlo sin descanso. Despierto y ya estoy aquí. No sabré qué día es hasta que active la unidad central de procesos. Lo que sé es que hoy solo dura diez horas y me faltarán minutos de sesenta segundos para terminar los experimentos programados y sentarme a mirar hacia ese punto blanco donde estábais hace unas horas. Hoy te quiero dos coma catorce veces lo que te quería cuando los días tenían veinticuatro horas y no pasaba un segundo sin que lo supiéramos. Como tú. Hoy me moriría dos coma catorce veces, que son exactamente las mismas que tú. La gravedad no afecta a lo que no puede manejar.

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