Armonicemos las cenas de nochebuena. Apunten. En cada casa:
madre/padre, hijo/hija, nieto/nieta
—¿Y los cuñados?
—A los cuñados que les den. Tuvieron su momento.
Visto cartel en la calle. Reza:
«Cena nochebuena para cuñados. Máximo seis. Metro y medio de separación. Habitáculo equipado con filtro HEPA. Test serológico previo al cóctel. Se admiten grupos mixtos. Requisito adicional: no conocerse de nada. Pernocta incluida en habitación individual.»
—¡Familia! ¿Cómo estáis? ¡Poco a poco! ¡A ver si esto se pasa pronto! Escuchad, que este año lo importante es cuidarse ¿eh? Está la cosa mal y como nos relajemos, se va a poner peor. Sí, sí, no os preocupéis que ellos sí van, pero yo me voy a quedar. ¡Me da un coraje! ¡Qué vamos a hacer! Si es que el trabajo mío, sabéis los dos que es muy fastidiado. Mucho contacto. En fin, suegros, ¡abrazo y cuidaos!
—¿Te quedas entonces? Que hay sitio. Mi hermano llamó esta mañana y no viene. Contigo somos seis.
—Es mejor que me quede, cariño. Id vosotros y disfrutad. Al fin y al cabo, tus padres son lo primero. Eso sí, nada de coger el coche luego ¡que hay toque de queda!
Durante los primeros días del año nuevo, pudo constatarse la ausencia de contagios durante las cenas de nochebuena. Esas horas, de calma (cena padres) y desenfreno (cena cuñados), la incidencia arrojó un valor de cero exacto. Y todo, queridos, gracias a los cuñados. Para que luego digan.