María permanece ajena al bullicio que la rodea. Su cabeza va de un sitio a otro y tan pronto recuerda saltar a la comba como siente esa pena negra que sólo da la cara cuando un hijo se ha ido antes que tú. A María la han sentado en el banco número dos, justo donde Pepe y Adela, que llegan tarde, pero llegan.
—¡A ver! Vosotros, sí, vosotros. Mirad, vais con María, os corresponde con ella ¿de acuerdo? Cuando entran los novios, os levantáis y tiráis arroz.
Los dos figurantes asienten con la cabeza y saludan a María, aunque ella anda a lo suyo, mirando a través de la ventana del local de ensayo. Es día de aire y poca gente se anima a sentarse en la plaza.
—Mañana hará bueno, señora María —viene a decir Adela.
—¡Bien seguro, niña! Será tarde de estreno.
—¡Atentos! 3, 2, 1…luces, ¡acción!