He perdido todas las contraseñas y no las puedo recuperar de ninguna forma. Mi vida (toda ella) se ha ido al traste, ya que no me es posible encender el móvil, enviar un email, recibirlo, desconectar la alarma, entrar en casa, arrancar el coche, sacar dinero, comprar más de cincuenta euros con mis tarjetas, mirar mi Dropbox, desbloquear el certificado electrónico, consultar mi vida laboral, renovar el DNI, acceder a mi escritorio de Mac, al de Windows, al de GNU/Linux, mirar dentro de la caja fuerte, abrir las maletas, darle a Javier un euro de sus ahorros (atrapados en su cerdito seguro), vender mis bitcoins, canjear el premio del Nescafé, pedir ayuda por LinkedIn, borrar mis tuits, recuperar mis stories de Insta, solicitar un certificado de notas, descongelar a Walt Disney, pulsar el botón de los misiles tierra-aire y desatar, así, un conflicto internacional, ver Netflix, anular mi suscripción a Prime, activar los cupones del Día, localizar al perro (perdido desde ayer), operar con ING, pedir prestado un libro de la biblioteca, validar mis treinta y cuatro pines parentales, hibernar mi Facebook, requerir (para casa) el catálogo de IKEA, pagar con mi tarjeta de El Corte Inglés, entrar a la intranet, matricular al niño desde Papás, ver sus notas del curso pasado, pinchar una playlist, hacer vuelta rápida en el F1 del PS Now, morirme sin poder reclamar al seguro, llamarte para decirte que, después de mis contraseñas, eres lo más importante en mi vida.