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Me dice mi hija Elena que le haga un cuento, que Martín ya tiene el suyo y que aunque no lo nombro directamente, está de protagonista y ella quiere también su trocito de letra, sus comas y sus párrafos, más o menos alineados pero llenos de palabras.

Uno puede ser un freelance de tres al cuarto y echar unas líneas para un tercero, anónimo y lejano pero no para una hija que demanda una historia al menos tan chula como Farlopa. También, digo yo, puede ser una historia menos chula y más tierna, donde el amor trascienda de otra manera y quedemos al final todos empates y ganando. Con eso se conforma un padre que le dice a su niña que le escribirá  el relato más bonito del mundo aunque no le cuente mas que el deseo de hacerle saber que su hermano y ella le dan nombre a este cuento que ya lo quisieran las hadas para sí. Como reza más arriba, Marlentina es la mezcla de mi vida y sus dos mitades inseparables están en todas las historias, las leídas y por leer.