Repetir

Con motivo del confinamiento de 2020, la autoridad educativa tomó una decisión muy dura. Todo el alumnado debería repetir curso. Todos sin excepción. Desde la etapa de infantil hasta la universitaria. Aquello, ahora lo recuerdo bien, supuso una ruptura de facto entre familias y gobernantes. Una generación completa vería truncada su carrera profesional. Además, la población de tres años debería posponer un año su entrada al sistema educativo. Como consecuencia de ello, también saldrían del mismo un año más tarde de lo normal.

Dicen las crónicas que aquella decisión fue más bien económica, pues alivió la entrada de nuevos activos al mercado de trabajo, muy maltrecho ya por la elevadísima tasa de paro (34%). Oficialmente, las autoridades adujeron que el motivo era estrictamente académico y que el país no podía permitirse que una generación no completara su formación.

Hubo revueltas en las calles, que se sumarían a las de los parados, los sin techo, el funcionariado (que vería reducido su sueldo en un 60%), los autónomos y otros colectivos como sindicalistas e incluso políticos de las extintas diputaciones provinciales. El ambiente se enrareció durante aquellos años. Nada volvió a ser igual, contaban los viejos.

De aquello hace ya cuarenta años. Yo tenía tres. Comencé la escuela a los cuatro, terminé el bachillerato a los diecinueve y me gradué en Economía a los veinticinco (máster en economía alternativa). Queda, por supuesto, gente que vivió antes del confinamiento, aunque se les ve tristes. Son extraños, como de otra época. Andan siempre compartiendo ficheros viejos (los llaman memes) y se reúnen los jueves por la noche para pasárselos entre ellos. Han detenido a algunos por beber cerveza y trasnochar (los menos precavidos, pues esas reuniones son secretas). A veces pienso que, quizá, los raros no son ellos, sino nosotros. Tal vez empezar un año más tarde, detrás de los resentidos que repetían, nos cambió en algo.