Ahora sé que no

Esta noche, de madrugada, todo el sistema domótico de casa se ha vuelto loco. De repente, las persianas subían y bajaban. Las luces parpadeaban, cambiando de intensidad de manera frenética y se escuchaba cómo la radio buscaba entre frecuencias. La televisión que tengo en la habitación se iluminaba sin acertar a sintonizar cadena alguna y hasta se ha conectado el ventilador del techo. Al fondo, en el baño, también el secador de pelo.

He tenido que hacerme una tila a las tres de la mañana. Todo esto que ha pasado me ha sobresaltado. Lo cierto es que creía estar viviendo una pesadilla. Y bastante tengo ya con el confinamiento. Mañana por la mañana, sin falta, llamaré a la empresa que me lo instaló todo. Supongo que estarán teletrabajando ¡Maldita tecnología!

—Buenos días. Mi nombre es Damián Carretero. Vivo en calle Melancolía sin número. Les llamo porque esta noche todo el sistema que instalaron en casa el trece de marzo se ha vuelto completamente loco.

Intento parecer amable aunque estoy de los nervios. Al otro lado, el señor me responde.

—¡Ah! ¡Señor Carretero! Tenía aquí la nota para llamarle. Queríamos decirle que el sistema dejó de funcionar ayer por la tarde. La unidad de potencia se quemó completamente y nos envió una señal. Así que iremos a repararlo en cuanto esta situación lo permita. Sea lo que sea lo que haya sucedido esta noche, no ha podido ser el sistema domótico.

Colgué el teléfono. Llevo casi tres semanas confinado y en todo momento pensé que estaba solo. Ahora sé que no.