Necios o estúpidos

—¿Qué te pasa? Llevas todo el día triste. Me preocupa verte así —le dije, sentándome a su lado.

—Mis motivos tengo ¡Nada volverá a ser como antes! Lo escucho en todos los canales.

Iba a decirle que no viera la tele, pero lo pensé mejor. Traté de contrarrestar.

—Eso no es cierto. Yo te quiero como antes.

—Lo sé. Pero estos estúpidos tertulianos no paran de decirlo. Y encima lo cacarean de ese modo ¡Con esa satisfacción! ¡Encantados de haberse conocido! Como si fueran expertos y ya lo tuvieran asumido. Como si no fuera con ellos ¡Y que ya nada será como antes! ¡Idiotas! ¡Miserables!

Lo cierto es que en algo llevaba razón. La televisión se había convertido, por fin, en la caja más tonta de todas las casas. Crecí escuchando esa expresión durante años y nunca pensé que, en el año 2020, sería toda una realidad. Incluso me atrevería a definirla como una caja llena de tontos (listos) que se dirigen a nosotros como si fuéramos aún más tontos (tontos) que ellos.

Esta sobremesa, por ejemplo, escuchaba la siguiente noticia: «Atención, porque, en este estado de confinamiento, ahora consumimos más energía eléctrica y eso puede llevarnos a pagar más por la factura de la luz. Electrodomésticos como el horno disparan el consumo de los horares».

La frase, además, se había pronunciado en un tono casi científico. A la voz, acompañaba un semblante serio y consternado, tan revelador como el propio mensaje. Incluso, los espacios, los silencios, la forma misma de pronunciar el verbo disparar; la expresión dura, enfatizada, acompañada de ese gesto en el que pareces casi cerrar los ojos para aparentar dolor (de paso, infligirlo)

Inmediatamente pensé que nos toman por idiotas. Me imaginé a la gente desesperada, corriendo del salón a la cocina, a apagar el horno con el bizcocho dentro porque, de repente, los expertos nos habían hecho ser conscientes de la gran verdad. Si está usted confinado en casa (y tan aburrido como para atreverse con los postres), gastará más luz. Tenga cuidado. La factura subirá.

Claro que no acabaría ahí la historia. A partir de acciones divulgativas como esta, tendríamos que vigilar estrechamente a nuestros hijos para asegurarnos de que sólo recargan el móvil una vez al día. Que no beban más agua de la normal (irán más al baño y el gasto será, aún mayor). Que se cuiden de no agotar la tinta de los rotuladores mientras pintan (los chinos están cerrados). Que no anden haciendo cosas raras con el pelo y el secador (pueden quemar lo uno o lo otro). Y ojo con la cerveza, que ahora se bebe más en lata, por no hablar de que, por fin, se puede respirar aire más puro en las ciudades, al circular ahora menos vehículos a motor.

—Sí. Tienes razón —le dije —Ya nada será como antes. Como antes de que creyeran que somos gilipollas.

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